Imagínese un mundo sin emociones, sin tristeza, dolor ni frustración. Y sin gozo, risa ni entusiasmo. La vida sería monótona e insípida.
Dios tenía algo bueno en mente cuando nos creó con sentimientos. Él desea que sintamos, que disfrutemos, que usemos al máximo todo lo que Él ha creado en nosotros, incluso las emociones.
De su experiencia tanto de consejera como de aconsejada, Miriam Neff muestra cómo usted puede emplear sus emociones para llegar a ser una fuente positiva de vida vibrante.