Prólogo
"El cristianismo es el campeón supremo de la pureza". Esas palabras parecen resaltar de las páginas de un libro que leí hace varios años. Por supuesto, en teoría, es verdad. No hay poder como el poder de Cristo Jesús para hacer puro a un hombre o a una mujer. Pero ese poder no es automático. Me enfrenté con la realidad de estas palabras hace casi cincuenta años, cuando fui al extranjero como soldado de infantería de marina. Antes de que dejara caer la maleta de mi hombro, afronté la decisión.
Iba a tener que vivir en un cuartel lleno de estilos de vida de pecado. Rodeado de hombres a los que nos les importaba en lo más mínimo las cosas de Dios, lejos de casa, de mi esposa y de mi familia y de toda persona que me podría exigir cuentas, yo era solo una carta, una cara sin nombre en las calles de Okinawa, a miles de kilómetros de distancia de cualquiera que pudiera conocerme. La decisión que tomé ese primer día de permanecer puro, fue puesta a prueba a diario durante esos dieciséis meses. Por la gracia de Dios, Él proveyó una salida cada vez que me enfrenté a la tentación. Pero no fue sencillo.
El mismo año que cumplí mi servicio militar y se me dio de baja en forma reglamentaria, se publicó el libro que cité anteriormente. No puedo evitar relacionar esta cita con mi experiencia: "El cristianismo es el supremo defensor de la pureza." Sin Dios, hubiera sido imposible mantenerme puro moralmente. Hemos recorrido largo camino en las últimas cinco décadas; y aun así algunas cosas nunca cambian. Vivimos en un mundo impuro. Sin embargo, Dios todavía nos llama a cultivar pureza. En más de cuarenta años de ministerio he visto como la violenta batalla por la pureza sexual ha afectado a muchas vidas, incluyendo a varios colegas ministros. Pero puedo dar fe por experiencia propia, al igual que por la vida de muchos otros, que con Dios la batalla se puede ganar ¡Ese es el mensaje lleno de esperanza de este libro!
"Cómo cultivar pureza en un mundo impuro" habla de una de las necesidades más apremiantes de hoy en día. Estoy seguro de que si se compromete a aplicar en su propia vida los capítulos que le presentamos a continuación, usted disfrutará de una libertad que posiblemente nunca ha disfrutado: una libertad que Dios ha provisto para usted. Podemos vivir una vida pura... incluso en un mundo impuro. Continuemos juntos esta jornada. Charles R. Swindoll